
Para Antonio Rodríguez de las Heras «el libro es la máquina de memoria más eficaz hasta ahora construida para confinar información. Por tanto, independientemente de los cambios materiales y morfológicos que se vayan a producir por efecto de la tecnología, tendremos libro si seguimos siendo capaces de mantener o mejorar la capacidad del libro códice para confinar información. El artificio resultante de la intervención de la actual tecnología en el libro nos dará, casi seguro, un libro sin papel, posiblemente sin páginas también, un libro blando (que se podrá actualizar y quizá nunca terminar), un libro poliédrico (que se podrá abrir y comenzar a leer por distintas caras), un libro hipertextual (en el que los pliegues no estarán ya sobre el soporte sino sobre el texto, y que el lector irá desplegando con su lectura)…»1.
Javier Celaya escribió en enero de 2017 sobre cómo la inteligencia artificial, el big data y la realidad virtual cambiarán el ecosistema libro en los próximos diez años, apostando por el uso de la inteligencia artificial en todos los sectores, incluidas las industrias culturales, como base de sus negocios. Celaya ya aconsejaba en 2017 a los profesionales de los sectores culturales y creativos a que empezaran a analizar cómo iba a afectar la inteligencia artificial a sus actividades para determinar qué acciones deberían tomar a corto y medio plazo, pues la transformación se daría mucho más rápido de lo que pensamos.
Es por esto que hemos conversado con diferentes agentes del mundo de la literatura, la enseñanza y la filosofía, para ahondar en esta transformación del futuro (que es el presente) que caracteriza o se refleja, cada vez más, en la industria del libro.
Manuel Dieryck y Alicia Ibáñez, filósofos y docentes, sobre la posibilidad de que las IAs puedan arruinar la habilidad de pensamiento y redacción en el futuro.
Las IAs son una muy buena herramienta de trabajo de cara a la Universidad (concentra bibliografía y ahorra tiempo en búsquedas para optimizar el trabajo, etc.), en cambio en la educación pueden tener consecuencias negativas, porque esa labor de búsqueda que de por sí es una forma de aprendizajes se puede ver limitada, no sólo en dicha búsqueda sino en la redacción. Una redacción condicionada por la desaparición del aprendizaje de las estructuras básicas de la escritura y sus formas, debido a la recopilación ofrecida por la inteligencia artificial. Esta cuestión se presupone negativa, se crearán obras sin almas y repeticiones de estructuras, formas y temáticas. La práctica y el intento por salir de lo establecido desaparecerá y sólo creará impedimentos y dificultades para la puesta en práctica de cualquier ejercicio académico o creativo.
Como herramienta de investigación, las IAs pueden ser muy positivas, pero creemos que hay que tener mucho cuidado con su uso porque tal vez puedan impedir que se pierdan formas de adquirir conocimientos para una próxima perdida también de innovación y creatividad. En cuanto a lo meramente literario: si se utilizan las herramientas tecnológicas del futuro (que son las del presente) para buscar productividad, quizá estás sean muy convenientes, en cambio si se busca «literatura» y «calidad» quizás no.
Luis Tigeras, gerente de Librería-Editorial Dykinson, responde a la incógnita de cómo se atisba en el futuro la educación de la escritura y la información en la librería.
El valor que crea una librería más allá de la simple venta del libro es insustituible por una IA. En una librería habitamos espacios de intercambio de conocimiento, refugio de historias y expresiones. Debemos seguir trabajando en lo humano en todas las etapas del libro. No podemos obviar el apoyo de los avances tecnológicos que, de manera saludable, ayudan en nuestro día a día, pero siempre con el respeto a la creación artística y el esfuerzo humano. Es necesaria una legislación que pueda amparar y dar valor a escritores, creadores y artistas.
Andrea Reyes, ilustradora, se enfrenta cada día a los avances que la vida trae consigo, por ello, en su arte se halla la calma. Antes las preguntas sobre cómo cree que serán las cubiertas del futuro y si peligran los derechos de las y los ilustradores en el mundo, no sólo del arte, sino editorial, ella responde.
Intuyo una irreversible continuación hacia lo digital, tanto en el estilo como en el contenido. Habrá como siempre formas de crear distintas y personales, y cada editorial, como cada artista, apostará por lo que considere mejor, pero como tendencia se seguirá imponiendo cada vez más lo digital. Es lo que como sociedad se ha elegido que nos rodee, constituya y envuelva, y el sector del libro no puede quedarse atrás. Aunque, afortunadamente (esto es personal) siempre habrá personas que sigan defendiendo el valor del trabajo humano, la calidez o la belleza.
Yo creo que sí peligran. Siempre he pensado que en el momento en que dudáramos si algo lo ha hecho una persona o una máquina, estaríamos perdidos. Y si encima se prefiere la máquina a la persona (al menos en este ámbito del arte y los libros), esa pérdida se vuelve algo irresoluble y triste. Y es algo que ya está pasando.