Delia Manzanero es escritora y profesora titular de Filosofía Moral, Política y Social en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, donde coordina el Grado en Filosofía. Entre sus últimas obras cabe mencionar Laberintos de Europa. Mito, tragedia y realidad cultural (Tecnos, 2023), Un alma para Europa: un modelo de armonía social de base krausista (Aranzadi, 2022) y Concepción Arenal y la situación de la mujer en las cárceles españolas (Tecnos, 2023).
Hablamos con ella con motivo de El Día Mundial de la Filosofía:
¿Cómo ves el papel de la filosofía en el futuro?
El aprendizaje de la Filosofía en la actualidad es algo esencial porque los interrogantes filosóficos son los únicos capaces de asediar esa fortaleza de nuestras consciencias y de hacernos reflexionar sobre lo más valioso que tenemos, que no es otra cosa que nuestra libertad, nuestra creatividad para avivar nuestra reflexión, para discrepar y disentir con sentido, un disentir que no se limita a criticar, como a veces se promueve de manera poco edificante en algunos medios de comunicación.
La crítica filosófica es otra cosa. Disentir con sentido significa ser capaz de desmontar formas de opresión, formas injustas de poder y romper esas inercias sociales de los prejuicios y de los automatismos de las redes sociales, que a veces se convierten en un aparato oxidado que solo nos conduce a formas de vida fósiles y domesticadas, a realidades que parecen como sentenciadas, que nos subyugan y nos impiden ver la realidad, que nos atrapan en sus redes impidiéndonos salir de ese capullo de seda que nosotros mismos hemos tejido con nuestros propios prejuicios.
La filosofía es una disciplina que nos ayuda a hilar más fino y más claro, que nos recuerda que es importante aprender modos de vida emancipados, a decir lo que se piensa, aunque moleste, a hacer lo que realmente se quiere hacer, a vivir lo que se sueña, lo que nos apasiona, a no renunciar a ese deseo de conseguir algún día una vida emancipada, a mantener esas expectativas vitales que nos mantienen vivos, a pesar de estar atravesadas de tanta vulnerabilidad -porque somos frágiles, la filosofía misma nos lo recuerda- y, en ocasiones, aquello mismo que nos moviliza es, al tiempo, lo que más nos frustra o nos oprime, lo que más deseamos es precisamente lo que nos hace tan frágiles como poderosos.
Por eso creo que hay que defender la presencia de la filosofía en nuestros programas de estudios[1], porque las humanidades son capaces de remover íntimamente nuestra imaginación y nuestros deseos, nos ayudan a poder imaginar a construir el mundo que queremos y, cuando eso pasa, uno no puede sino aprovechar al máximo este periodo de máxima libertad, de scholé, que se abre ante nosotros cuando aprendemos filosofía.
¿Cómo de importante es aprender y entender la filosofía en la actualidad?
El futuro de la filosofía va a estar muy ligado al cambio tecnológico revolucionario que la Universidad y la sociedad en su conjunto ha experimentado en los últimos años. Nos encontramos en las últimas décadas un hábitat idóneo para la comunicación prácticamente sin límites. Internet y las redes sociales han dado a muchas personas el alivio —los más prudentes dirán la ilusión— de sentirnos conectados. Sin embargo, no todo es color de rosa. Vemos que se producen algunas cuestiones que son, cuanto menos, paradójicas, y que merece la pena subir a la mesa de disección filosófica porque: aunque ahora vivamos infinitamente más tecnificados y con un desarrollo impresionante, reproducimos todavía modelos casi medievales de desigualdad social; aunque vivamos más conectados, nos sentimos más aislados y solos que nunca; aunque contamos con formas más democráticas y libres de comunicación en un mundo en red, nos sentimos más presos, recluidos y esclavizados que nunca antes en la historia, presos en un mundo tecnológico cada vez más burocratizado, más excedentario, más dogmático. Andamos como encorsetados en formas de pensamiento único cada vez más polarizados.
Muchas veces la velocidad, la prisa, el exceso de información y el ruido mediático nos impiden profundizar en las cosas, no permiten la necesaria distancia crítica y nos conducen a una inercia que solo tolera ideas preconcebidas que ya estaban antes en nosotros. Desde luego, no se trata aquí tampoco con estas reflexiones de demonizar o despreciar las redes sociales o la tecnología en sí misma, pero sí que conviene enfatizar que esa técnica ha de humanizarse, que ha de ponerse al servicio de lo humano y, para ello, es necesario mantener el puesto de la filosofía en el currículo educativo; de lo contrario, más que contribuir al perfeccionamiento de la humanidad, terminarán redundando en su envilecimiento y sometiéndonos a todos a modos de vida metódicos, totalitarios y vacíos. Recordemos que Hannah Arendt describía el totalitarismo, no como la búsqueda de la dominación despótica sobre los hombres, sino como un sistema en el que los hombres sean superfluos, un sistema educativo sin humanidades, ¡eso sí que es totalitario!
Por eso, quisiera ya, por último, subrayar la necesidad de que los temas sociales y éticos que plantea la Inteligencia Artificial —y que nos incumben a todos— no sean exclusivamente pensados por las empresas tecnológicas, sino que se haga muy especialmente por la filosofía y los sistemas educativos, eso es lo único que puede marcar la diferencia.
El aprendizaje de la filosofía es lo único que nos permite tomar la distancia suficiente para pararnos, para reflexionar, para decodificar nuestro concepto de ciudadanía, de democracia, de libertad y, en la medida de nuestras posibilidades, influir también en nuestra realidad circundante para mejorarla, para facilitar movimientos de inclusión y crear proximidad con otros, tan finitos y vulnerables como nosotros, con quienes compartimos los mismos peligros y desafíos futuros. El tema sería el de cómo enfocar las preocupaciones de nuestras sociedades desde el compromiso, para que sean realmente igualitarias y emancipadoras y, a este respecto, creo que nosotros deberíamos reflexionar sobre qué se puede hacer desde la Universidad y desde la filosofía.
¿Qué libro recomendarías leer para ampliar conocimientos de todo esto?
Recomendaría leer muchos libros de filosofía, pero como se trata de elegir uno, quizá, al hilo de lo que hemos comentado previamente, recomendaría ese libro ya clásico de Ortega y Gasset sobre la Misión de la Universidad. Me gusta mucho cuando señalaba que la actividad universitaria no es un mero trabajo o una profesión que se desarrolle de 9 a 20 en horario de oficina con independencia de nuestra vida familiar o social. Debemos evitar, por tanto, como recalcaba Ortega, convertirnos en paletos de la ciencia porque la ciencia, desde luego, es el mayor portento humano, pero muy por encima de ella está la vida humana misma, que la hace posible. Esto es algo que me gusta recordar siempre a mis estudiantes al inicio de curso en el Acto de Acogida para el Grado de Filosofía de la URJC para que aprovechen bien esta etapa universitaria, porque probablemente es uno de los momentos más felices de la vida y porque creo que la educación pública nos concede el que quizá sea uno de los bienes más valiosos de los que disponemos como personas, como investigadores y como ciudadanos en general: ese bien no es otro que el de la libertad, eso que los griegos llamaban la scholé (la escuela) y que ellos traducían por tener «tiempo libre», algo que era propio de los ciudadanos libres en la Grecia clásica y que consistía en la capacidad de sustraerse del dominio de la necesidad y de los trabajos necesarios para sobrevivir (de la a-scholía, su antónimo, formado con alfa privativa que significa, literalmente, la no-escuela, esto es, el trabajo remunerado y falto de libertad, que era propio de los esclavos), para que en su lugar puedan entregarse a actividades libres y desinteresadas como el estudio y la ciencia.
Yo creo que el mayor bien que nos puede dar la filosofía hoy día es la libertad, pero no una libertad entendida como decir o hacer lo que a uno le plazca, sino esa libertad que habla de compromiso, del cuidado, el debido cuidado que todos nos debemos, que habla de responsabilidad con el pensamiento, la que permite desarrollar la inteligencia de un país para su progreso y mejorar y asentar los conocimientos y avances sobre los que construimos nuestro futuro. Y aquí la filosofía cumple un papel esencial en cuanto toma de conciencia de nuestras vidas y sobre las nuevas formas de vida en común.
[1]A este respecto, merece la pena destacar que la Red española de Filosofía (REF), una organización que vertebra a la comunidad filosófica española desde su creación en 2012, ha desempeñado también una importante labor en subrayar la necesidad de que la filosofía ocupe un lugar central en el sistema educativo. Quien suscribe este ensayo, participó en calidad de Presidenta de la Asociación de Filosofía Bajo Palabra y desempeñó durante cinco años funciones de Secretaria de la Junta Directiva de la REF. En la actualidad, participa en la organización de las Jornadas Más Filosofía que se celebran anualmente en noviembre, con motivo del Día Internacional de la Filosofía.