Que la situación de los investigadores en las primeras fases de la carrera científico-académica es tortuosa es un secreto a voces. Escogemos pasar unos cuantos años de nuestra vida estudiando un problema científico que nos apasiona para comprobar, con el paso del tiempo, que los infinitos obstáculos que se nos plantean por el camino acaban haciendo zozobrar nuestras fuerzas, cuando no llegamos a sentir repugnancia por nuestro tema de investigación. La excesiva burocracia, la lucha por obtener financiación, la presión por hacer méritos, la soledad del escritor, la desinformación constante, la incertidumbre frente al futuro o el síndrome del impostor son solo algunos ejemplos de fenómenos cotidianos que atormentan al investigador junior. Es inevitable preguntarse ¿cómo sigo adelante? O lo que es peor, ¿por qué habría de perseverar en mis objetivos?
«El primer consejo que comparto con mis propios alumnos de doctorado es que se atrevan a virar de dirección si no están completamente convencidos.»
Actualmente, me encuentro en mi sexto año como Investigadora Postdoctoral—casi ostento el estatus de senior researcher—, desarrollando mi propio proyecto sobre el aburrimiento en las residencias de mayores de España (PRE-BORED) con un contrato Marie Sklodowska-Curie Actions del programa Horizonte 2020. Anteriormente, disfruté de un contrato postdoc de cuatro años del programa Postdoctoral Research Fellowships at Harvard University for Distinguished Junior Scholars. Pero, para llegar hasta aquí, pasé por el costoso proceso de la concepción, la gestación y el parto de la temida tesis doctoral.Me considero una persona afortunada porque, a pesar de haber experimentado muchas de las situaciones desagradables que describí en el párrafo anterior—de hecho, las sigo sufriendo—, he alcanzado todas las metas que me he propuesto.
Creo que la clave de mi éxito hasta ahora radica en haber encontrado un nicho de investigación, desde los primeros pasos de mi andanza, que realmente siento como propio. Los Estudios del Aburrimiento en nuestro país son el campo reconocido de Josefa Ros Velasco. Esto me ha ayudado a establecer y consolidar un compromiso conmigo misma y con quienes aprenden de mi trabajo que me insta a no cejar en mi empeño a pesar de las adversidades. No siempre lo tuve claro, al principio estuve dando tumbos alrededor de otros aspectos filosóficos, pero, finalmente, hallé mi lugar. Por eso, el primer consejo que comparto con mis propios alumnos de doctorado es que se atrevan a virar de dirección si no están completamente convencidos.
Sin embargo, ni siquiera el convencimiento acerca la importancia de nuestro tema de investigación nos pone a salvo de las muchas dificultades que nos animan a tirar la toalla. En mi vivencia personal, he conseguido sacar fuerzas de donde parecía imposible gracias al sustento incondicional de innumerables colegas del ámbito académico, pero también rodeándome de personas completamente ajenas a este. Me parece esencial contar con una red de amigos del gremio que nos sirva de apoyo y que arroje luz sobre nuestras proyecciones hacia un futuro que a veces se nos antoja oscuro. Pero no menos esencial es separar lo profesional de lo personal—aunque la investigación cope todas las facetas de nuestra vida—para conferirnos un espacio de respiro de tanto en cuanto.
No podemos olvidarnos de nosotros mismos, de nuestra salud mental y de los pequeños placeres que hacen que este recorrido cobre sentido. Jamás debemos renunciar a esos ratos de placer al margen de las alegrías que nos proporciona la investigación. Incluso me parece terapéutico que los scholars nos forcemos a ignorar nuestras obligaciones laborales durante una parte del día para evitar que lo que comenzó siendo una elección se transforme en una obligación. A todos los que se han colocado a sí mismos en segundo plano por prestar demasiada atención al meritómetro de la ANECA, solo les diría que existen muchas formas de hacer ciencia e investigación y de lograr que los resultados de aquella impacten sobre la sociedad. El mantra al que siempre me he aferrado para cuidar de mí misma y seguir, a un tiempo, en la brecha es el que sigue: hay vida más allá de la Academia.