
Hablamos con la periodista y escritora cubana Yenys Laura Prieto, con motivo de la reciente publicación de su último libro, Maleza, y el cruce que su obra hace con el periodismo y la investigación de archivo.
¿De dónde proviene Maleza?
Maleza es un libro que surge en La Habana que marca ese espacio de transición, ese desplazamiento que yo viví también en ese momento. Parte primero de un insilio, de un proceso de introspección personal que tiene que ver con un momento donde a nivel mundial estábamos todos también afectados por la pandemia de COVID-19, y creo que, de alguna manera, ese momento de reflexión, esa mirada hacia el interior de nuestra identidad, de nuestros orígenes, marca la primera parte de este cuaderno de poesía, Maleza, que publica en este año 2023 Libero editorial.
Luego el libro viaja conmigo llegó a Salamanca y realmente creo que ese tránsito, ese movimiento, esa búsqueda hacia el afuera, también esa mirada que tiene que ver con el exilio, con el desgarramiento propio de llegar a un espacio nuevo, un espacio extraño también está reflejado en este libro, donde están muy presentes las memorias, el diálogo con lo doméstico, con lo familiar, donde está presente la maternidad, los fluidos de lo materno. Pero también el espacio afectivo que tiene que ver con ese espacio trunco que delimita la inmigración, un proceso propio no sólo de los cubanos, también de los latinoamericanos, de muchos países que están atravesando este gran éxodo actualmente. Y yo creo que Maleza se nutre de eso. Es un libro que enmarca pequeñas historias, micro historias personales que yo, de alguna manera, recupero a través de la poesía y de archivos de información. Es un libro de las transiciones, de los desplazamientos, de los exilios, de los éxodos y de cómo esa realidad afecta también a la familia. El núcleo del libro es la familia, el desgarramiento de lo familiar y el modo de construir una memoria que sustente, digamos, esa realidad, ese entorno perdido, esa reconfiguración del entorno familiar.
¿Qué papel tiene la poética en nuestras vidas, y más en la vida de una creadora?
A mí me parece que la poesía, más allá del acto escrito, de lo que entendemos como poesía para leer en la literatura, es una mirada del mundo. Tiene que ver con una forma de sensibilidad, una forma también de maravillarse con la belleza, pero también con la crudeza de la existencia. Y creo que, en ese sentido, la poesía nos ayuda a construir una sensibilidad de lo diverso, de lo bello, de lo auténtico, de lo sensible; que va también hacia lo más simple, hacia lo más esencial. Y por eso creo que la poesía está, por supuesto, en el modo en el que afrontamos en la vida, en el modo que tenemos de relacionarnos con nosotros mismos y de entender el mundo que nos rodea.
¿Es el periodismo una herramienta importante para un escritor?
En mi caso, llegué primero a la literatura y después al periodismo. Mi primer deslumbramiento fue con los libros: con la novela negra, con la ciencia ficción, con toda esa literatura que marca de alguna manera a los nuevos lectores, a los lectores que se inician en la infancia y en la adolescencia. Y el periodismo fue el espacio que me dio herramientas. El entorno donde encontré herramientas para entender la realidad, para dialogar con lo real y para llegar a la ficción también de la poesía, a la ficción de la escritura. El periodismo lo que te permite es posicionarte, entender la realidad, conversar con esa realidad, extraer de ella esos elementos que son más imprescindibles, esos elementos que de alguna manera nos pueden llevar una reflexión un poco más profunda, más antropológica, que tienen que ver también con la identidad humana. O sea, el periodismo me ha permitido entender mi proceso de escritura desde otras perspectivas; me ha permitido también conocer otras áreas, otros espacios, otros entornos de creación, de los cuales también se nutre la escritura. La escritura es un espacio poroso, vivo, que siempre está moviéndose y que se nutre todo el tiempo de otras expresiones artísticas, de otras vivencias, de otras disciplinas, de otros saberes. Yo creo en la poesía como un acto de conocimiento, no sólo como un acto de descubrimiento sensible del mundo.
Vivimos en una sociedad en la que el periodismo es juzgado cada día, ¿qué es para ti el buen periodismo?
Para mí el buen periodismo es aquel que siempre se está cuestionando, incluso lo que asume como una realidad. Es decir, ese periodismo que no da verdades por sentado, ese periodismo que es capaz de generar empatía, que es capaz de ir más allá de los prejuicios y que es capaz de ver lo que hay detrás de las palabras, lo que hay detrás de las propias historias, de los propios hechos. Es un periodismo que es capaz de bifurcarse de alguna manera, de tener esa mirada caleidoscópica, que cuestiona toda la realidad que cuestiona, incluso lo que se asume como una verdad absoluta.
Creo que el periodismo de hoy tiene el reto de leer a través de lo fragmentario, de entender la realidad a través de esos fragmentos que conforman lo real, lo real que es algo múltiple, lo real que es algo inaprensible incluso para esa objetividad a veces pautada por las escuelas de periodismo, pero que sabemos que con el tiempo realmente no existe, o sea, que todo está tamizado por la sensibilidad, por la experiencia, por el conocimiento del periodista. Para mí, es ese periodismo que busca entender pero sin prejuicios, que busca abrirse a esa cualidad dúctil de lo real que de alguna manera tiene que ver, por supuesto, con las distintas miradas del mundo, con distintos modos de acercarse también a la realidad.
¿Qué podemos exigirle a un periodista?
A un periodista tenemos que exigirle formación constante, tenemos que exigirle sensibilidad, tenemos que exigirle empatía. Tenemos que exigirle también creatividad. E incluso tenemos que pedirle a veces que no sea tan solemne, que sea un periodismo muy cuestionador, un periodismo que sea capaz de reinventarse todo el tiempo y poner en duda incluso todo eso que él asume como una verdad absoluta, además lo que aprendimos de la Academia como una verdad absoluta. Como esa práctica que está fijada en el manual del buen periodista. Es reinventarse todo el tiempo y buscar nuevos caminos para llegar a las historias, a esa parte testimonial que es tan rica y que es tan importante dentro del periodismo.
¿Crees que la sociedad necesita cambiar para que el periodismo también cambie?
Yo creo que el periodismo va tomando el pulso de lo que sucede a nivel social, una herramienta que puede movilizar a las personas es una herramienta también para fiscalizar el modo en que los poderes, en el modo en que los gobiernos, en que las instituciones, en el que espacios de poder, construyen y enmarcan la realidad, los acontecimientos, los sucesos de la vida política, social, económica, cultural de un país. En ese sentido, el periodismo es un periodismo que siempre puede estar fiscalizando y que puede ir pautando ciertos caminos a nivel social por los cuales se puede transitar.
Creo que funcionaría como una suerte de alerta. El periodismo tiene que ir lanzando alertas más allá de moldear una realidad, algo resulta imposible porque es un elemento que forma parte más bien del accionar de la sociedad civil, de las instituciones, de los gobiernos, de las políticas. Creo que el periodismo establece zonas de peligro, zonas sobre las cuales hay que mirar, zonas que debemos revisar y debería ser el papel que tiene. No creo que el periodismo, digamos que aislado, pueda generar algún cambio a nivel social, pero si es un factor importante para la movilización, para la creación de ciertas agendas en torno a temáticas que son importantes, que son conflictivas o que pueden ser quizás dolorosas o provechosas para ciertas sociedades y ciertos núcleos.
En este sentido, funciona como una especie de alarma, como un espacio para releer todos estos contextos, para analizar, para comparar, digamos que distintos discursos públicos para establecer alertas y en ese sentido, el periodismo si puede trazar una pauta, un camino que en la sociedad civil, luego las instituciones, incluso los gobiernos, pueden asumir como propios para de alguna manera es reconfigurar ese entorno de la vida pública, cultural, económica, del país.
Investigadora y creadora, ¿dónde está el cruce entre el periodismo y la literatura en tu vida?
El periodismo y la literatura para mí están muy unidos, como creo que para muchísimos autores a lo largo de la historia de la literatura, porque la ficción tiene límites, que son muy borrosos, límites que son muy imprecisos. También el periodismo puede nutrirse de las herramientas con las cuales se trabaja la ficción. Últimamente hemos visto como hay una emergencia también de libros de no ficción que usan los archivos, que usan herramientas, estrategias propias del periodismo y cómo a su vez este utiliza ciertos artilugios, ciertos ganchos, que pueden ser propios de la de la narrativa de ficción. Y a mí me parece que es muy provechoso ese espacio híbrido, esa zona de encuentro, esa zona también que tiene que ver con usar herramientas, con entender el lenguaje como una herramienta de comunicación que hay que potenciar todo el tiempo.
Más allá de que el periodismo siempre está enmarcado en lo real, tiene ese afán de objetividad, y la ficción tiene un espacio mucho más abierto, mucho más polifacético, pero en sentido general, hay un compromiso con el lenguaje. Hay un compromiso con la palabra, tanto desde el periodismo como de la escritura de ficción.
Yenys Laura Prieto (Cuba, 1989) es egresada de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Máster en Literatura Española e Hispanoamericana, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Salamanca.
Ha escrito los libros La gran fuga (Colección Sur Editores, 2019), Secuencia de baile popular, reconocido en 2018 con el Premio David de Poesía que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba a autores menores de 35 años (Ediciones Unión, 2019) y La ciencia de la conservación (Letras Cubanas, 2019). Ahora, publica por primera vez en España con su poemario en prosa poética Maleza (Libero editorial, 2023).