Las «madres» escriben

El título de esta pequeña intervención es totalmente intencional. Supone, con toda la literatura que encierra detrás, un rebatimiento a la aseveración de la psicoanalista Helene Deutsch que, a finales del XIX, aseguraba que “las madres no escriben, están escritas” y que aludía a la férrea imagen que, desde un siglo antes, la sociología se había encargado de construir con respecto a la mujer. Con Jean Jacques Rosseau comenzó a forjarse el ideal de la buena madre o, como se conocería en la Inglaterra victoriana, el ángel del hogar, que desde el punto de vista biológico, psíquico y cultural venía a identificar la maternidad como rasgo identitario intrínseco a la mujer; una maternidad, además, abnegada y sacrificada a la crianza y educación del niño. Todo desvío de esta imagen constituía, entonces, una anormalidad, y hasta bien entrado el siglo XX, con pensadoras como Simone de Beauvoir, cuestionar el comportamiento sumiso al concebir y entregarse al hijo resultó prácticamente imposible; sin embargo, la segunda ola feminista inició una tarea deconstructiva que actualmente ha conseguido, si no erradicar esta visión, al menos desligar el destino último de una mujer de la consagración a la crianza.

Ahora bien, ¿es esto un alegato contra la maternidad? ¿Supone un rechazo el hecho de que se rebatan los roles establecidos por las instituciones? No tendría sentido, un día como hoy, adoptar esta posición. Tampoco lo defiende así el feminismo. La maternidad puede ser una experiencia maravillosa, como relata Adrienne Rich en La maternidad como experiencia e instituciónpero también despierta sentimientos contradictorios. Las transformaciones corporales, el dolor o el miedo forman parte del maternaje, y esto es algo que se ha encargado de reivindicar nuestra literatura contemporánea. Poesía, ensayo, teatro o narrativa, todos los géneros han servido como soporte para alzar la voz y exponer una maternidad más humana, menos institucionalizada; para aunar el amor y el deseo maternal con la emancipación y la libertad femeninas. La eclosión de textos desde la segunda década de los 2000 ha sido desmesurada; por ello, ofreceré aquellos títulos nos permitan entender este 7 de mayo las contradicciones que conlleva la figura de la madre: en poesía destacan El arrecife de las sirenas (Luna Miguel, 2017), Matria (2018, Raquel Lanseros) o Los tres primeros años (2019, Julieta Valero); en ensayo, Mamá desobediente (Esther Vivas, 2019), Dónde está mi tribu (Carolina del Olmo, 2013) o Maternidades subversivas (María Llopis, 2015); en narrativa, hallamos Nueve lunas (Gabriela Wiener, 2009), Matate, amor (Ariana Harwicz, 2012), La mejor madre del mundo (Nuria Labari, 2017), Linea nigra (Jazmina Barrera, 2019) o Casas vacías (Brenda Navarro, 2020), incluso en la novela gráfica con Roedores. Cuerpo de embarazada sin embrión (Paula Bonet, 2018) o La mala leche (Henar Álvarez, 2020), por no hablar de la constante traducción y reedición de textos extranjeros que abordan el tema: Maternidad y creación (2020); El nudo materno, de Jane Lazarre (2020), el ya citado Nacemos de mujer de Adrienne Rich.

Con este tipo de obras, la maternidad deja de ser mera anécdota, sale del tabú y constituye una vía de entendimiento que reivindica el amor desmedido, la euforia y el enriquecimiento personal, pero también la inseguridad, el sacrificio y las injusticias de una sociedad patriarcal y neoliberal que trae consigo el cansancio desmedido, la ausencia de políticas de conciliación y, por tanto, de tiempo de calidad para una misma, el desborde físico y personal.

Andrea Elvira Navarro
Estudió el Grado en Lengua y Literatura españolas en la Universidad de Murcia y el Máster en Literatura Española e Hispanoamericana, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Actualmente realiza una tesis doctoral en la Universidad de Salamanca.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí