«La Semana de la Educación», el «Congreso Braining», «Cuídate para cuidar. La salud mental del docente» o «El evento educativo de docentes para docentes» son algunas de las citas clave que tendrán lugar durante este mes. Por ello, hemos contactado con Irene Torra, licenciada en Psicología, poeta y docente, para que nos hable del papel de la psicología en la educación no solo de los estudiantes sino de los propios docentes.
De acuerdo con Thomdike (1922) la Psicología y la Pedagogía tienen una relación de tipo unidireccional, donde la primera proporciona los conocimientos teóricos como resultado de una investigación, y la segunda toma todos estos conocimientos para aplicarlos en el contexto educativo.
Según esta perspectiva, la Psicología se encarga de estudiar los procesos mentales y el comportamiento humano, proporcionando a la Pedagogía una base sólida de conocimientos teóricos sobre cómo aprende el ser humano, cómo se desarrolla cognitivamente y cuáles son los factores que influyen en su aprendizaje. A su vez, la Pedagogía toma estos conocimientos psicológicos y los aplica de manera práctica en el diseño de estrategias educativas efectivas, en la comprensión de las necesidades individuales de los estudiantes y en la mejora continua de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Esta relación unidireccional entre la Psicología y la Pedagogía destaca la importancia de la investigación científica en la comprensión y mejora de la educación, una relación de la que nos habló también Irene Torra:
¿Cuál crees que es el papel de la psicología en el ámbito educativo y cómo puede contribuir al desarrollo integral de los estudiantes?
Si entendemos la educación como tal (y no como mera enseñanza o transmisión vertical de conocimiento) la psicología nos sirve, esencialmente, para orientar nuestra práctica pedagógica. Para favorecer el desarrollo integral del alumnado es fundamental partir de un clima de confianza. Necesitamos que el profesorado cuente con herramientas y medios para crear espacios donde se garantice que todos los estudiantes son vistos, son escuchados y tienen un lugar. Donde los estudiantes se sienten seguros y tienen amigos. La psicología nos proporciona herramientas para crear estos espacios educativos, y nos recuerda que los docentes tienen un papel insustituible en la creación de dichos espacios.
¿Qué estrategias o enfoques psicológicos consideras más efectivos para abordar las dificultades de aprendizaje y promover la inclusión educativa en las aulas?
En general, cualquier práctica colaborativa y no competitiva nos va a ayudar a favorecer la inclusión. Por ejemplo, el aprendizaje cooperativo en equipos heterogéneos es una de las mejores metodologías con las que contamos para reconocer y abordar la diversidad (de todo tipo) en el aula. La gestión de la participación del alumnado por parte del docente también es una buena estrategia, ya que nos permite proporcionar oportunidades de participación y protagonismo positivo a todo el alumnado por igual.
Si dejamos que cualquiera de estas dos cosas (la participación o los grupos de trabajo) sea una elección “espontánea” del alumnado, nos arriesgamos a que se reproduzcan en el aula las mismas desigualdades que encontramos en la sociedad: los estudiantes más aislados o rechazados se quedarán sin grupo o vivirán el rechazo de nuevo; los estudiantes más tímidos, que no dominan el idioma o que tienen dificultades de aprendizaje participarán menos; los estudiantes que habitualmente ocupan más espacios los seguirán ocupando.
Además de estrategias concretas que podamos usar en el aula, orientadas a modificar conductas de manera más o menos inmediata, también es fundamental formar un profesorado crítico, que se sienta con suficiente apoyo y seguridad para cuestionar sus propias prácticas. La lectura de autores clásicos como bell hooks o Paulo Freire puede ayudar a estimular estas reflexiones.
¿Cómo crees que la colaboración entre psicólogos y pedagogos puede mejorar la calidad de la enseñanza y el bienestar emocional de los estudiantes en el entorno escolar?
Los psicólogos y pedagogos conocen las herramientas, pero no están en el día a día del aula, a veces ni siquiera de los centros. El profesorado, por su parte, está en las aulas, pero no necesariamente tiene acceso a estas herramientas. Resulta evidente que la colaboración entre ambos beneficiaría al alumnado, sin embargo, la falta de medios, la sobrecarga de tareas administrativas, la orientación a resultados y la deshumanización que a diario vivimos en los contextos educativos tiene un impacto negativo en el bienestar no solo del alumnado, sino de toda la comunidad educativa. Creo que lo más importante es encontrar momentos (es decir, invertir recursos) en los que pueda producirse esta colaboración.