Desde hace unos años la práctica legal cada vez se parece menos a las novelas de Grisham o a los líos de Mike Ross y Harvey Specter en Suits. El mundo del Derecho está cambiando de forma más radicalmente en las próximas dos décadas de lo que lo ha hecho en los últimos dos siglos. Esta metamorfosis está provocada por el fenómeno de la transformación digital y la creciente expansión de la LegalTech.
La Tecnología Legal o abreviadamente «LegalTech» es el término que se refiere a la adopción de tecnología y software innovadores para racionalizar y mejorar los servicios jurídicos. Es decir, pretende optimizar el proceso de búsqueda, aplicación, acceso y gestión de las profesiones jurídicas a través de la innovación tecnológica.
A mi juicio, y como hemos desarrollado en la nueva edición del libro Legal Tech. La transformación digital de la abogacía, estas soluciones pueden clasificarse en siete grandes grupos: productos de asesoramiento legal automatizado para los ciudadanos (automated legal advice products); marketplaces o plataformas de encuentro entre clientes y abogados; empresas de externalización del trabajo jurídico para los despachos y departamentos jurídicos (legal process outsourcing y alternative legal service providers); automatización documental; herramientas de e-discovery y revisión de documentos; análisis predictivo de casos; y, en fin, plataformas e-Learning.
Y es que, sin duda, la transformación digital y la LegalTech están remodelando masivamente la forma de trabajar de todas las profesiones jurídicas. Algunos incluso sugieren que la tecnología —especialmente el perfeccionamiento de la IA— hará que muchos abogados queden obsoletos. Susskind predice que los abogados tradicionales serán «reemplazados en gran parte y a largo plazo por sistemas avanzados, o por trabajadores menos costosos apoyados por tecnología o procesos estándar, o [incluso] por legos armados con herramientas de autoayuda en línea». No hay duda de que ambas palancas del cambio automatizan, informatizan y racionalizan las tareas manuales y, por lo tanto, están ya reduciendo el trabajo de los operadores jurídicos en varias etapas evolutivas. Sus efectos en el flujo de trabajo legal varían ampliamente según el tipo de trabajo que llevan a cabo los juristas, pero en mi opinión están ya impactando en todos los sectores y niveles, tanto del sector público como del privado (incluyendo, naturalmente, al Juez Robot).
Si una tarea puede ser automatizada por la inteligencia de la máquina y en qué medida, ello depende de cuán estructurada y repetitiva sea (por ejemplo, no es lo mismo preparar un contrato de arrendamiento o una petición inicial de un juicio monitorio que redactar un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional), y si los imprevistos son predecibles y controlables.
Las tareas que requieren de habilidades profundamente humanas, como la creatividad o la detección y gestión de emociones, son difíciles de automatizar. Por lo tanto, será complicado automatizar funciones como, por ejemplo, el asesoramiento y la comunicación con los clientes, la preparación y comparecencia ante los tribunales, las entrevistas con los demandantes para obtener información relacionada con los procedimientos judiciales o la investigación académica. Cuando el trabajo legal no pueda ser mecanizado, los clientes seguirán recurriendo a un abogado tradicional. Sin embargo, la velocidad con la que se desarrollan los avances en la IA y el aprendizaje automático continuará desafiando nuestras suposiciones sobre lo que es automatizable y en qué marco temporal. Lo estamos comprobando con ChatGPT y sus equivalentes.
Debido al progreso de la inteligencia artificial, los profesionales del Derecho tendremos la oportunidad de olvidarnos de aquellas ocupaciones rutinarias y repetitivas para centrarnos en las tareas más nucleares, creativas y de alto valor de la práctica legal. Algunos de estos cometidos pueden incluso ser completamente nuevos. La LegalTech ofrece la posibilidad de trasladar el trabajo aburrido a las máquinas. Los abogados podremos participar cada vez más en las partes analíticas, creativas y estratégicas de la práctica jurídica, es decir, nos centraremos en el trabajo más intelectual. En otras palabras, un jurista exitoso del siglo XXI es un profesional que sabe cómo aprovechar las herramientas digitales para llevar a cabo las tareas monótonas de recopilación de datos y cribado de información, y luego aplicar sus destrezas intelectuales para estudiar cuestiones y argumentos, y brindar un punto de vista sugerente que el software, por sí solo, no puede proporcionar.
El impacto de la digitalización en la profesión jurídica no tiene que ser visto como una batalla entre máquinas y personas. La LegalTech debe considerarse como un facilitador que ayuda a los operadores jurídicos, no como un sustituto de los verdaderos juristas que asesoran a las personas físicas y jurídicas. Habrá una nueva colaboración entre los ordenadores y los operadores jurídicos. Esto no significa, sin embargo, que sigamos trabajando como en épocas anteriores. La digitalización ya está transformando la composición del trabajo y el comportamiento de las profesiones jurídicas, ha alterado las rutinas y los procesos y necesita nuevas formas de estructura organizativa en la prestación de servicios. En resumen, la LegalTech y los demás impulsores de la transformación digital arrumbarán en menos de dos décadas las profesiones jurídicas en su configuración tradicional.
Además, gracias a la transformación digital y a la LegalTech están apareciendo una serie de nuevas oportunidades y carreras para personas formadas en Derecho. Los servicios legales estandarizados e informatizados necesitan de los llamados «ingenieros de conocimiento legal» para estructurar y modelizar materiales y procesos legales complejos. Estos profesionales están desarrollando normas y procedimientos legales para organizar y representar el conocimiento legal en los sistemas informáticos. Otras personas, bautizadas como «tecnólogo jurídicos», tienden un puente entre el Derecho y la tecnología. El tecnólogo jurídico está formado tanto en Derecho como en tecnología. En el libro también nos hemos ocupado de trazar los perfiles que ya han comenzado a demandarse.
Esperamos con todos los capítulos del libro apuntar unos trazos del cambio que ya está en marcha en las profesiones jurídicas, así como sus consecuencias y claves prácticas. Esta segunda edición supone una actualización y ampliación de los contenidos de la primera. Como sabemos, la pandemia del COVID-19 ha apremiado el ritmo de la transformación digital y la adopción de soluciones LegalTech. También está actuando como elemento acelerador de una serie de nuevos modelos de prestación de servicios y de flamantes perfiles profesionales. No olvidemos que la LegalTech va más allá de digitalizar. Supone un cambio cultural en toda regla, que rompe con la forma tradicional de trabajar para lograr ser más eficiente y aportar mayor valor añadido. Comienza con las personas y es un medio de ayuda y mejora en la práctica diaria de toda profesión jurídica.
Felicitaciones a Moisés por su grande y sostenido aporte al desarrollo del legaltech